viernes, 24 de diciembre de 2010

Navidad, ¿quién lo dice?

Tengo que daros una noticia, una noticia muy pero que muy importante: chicos, estaba equivocada.
Podéis empezar a borrar todas aquellas ideas tan difusas que os contaba hace semanas: el frío llega, y ¡vamos que si llega! Corre, vuela y navega sobre nosotros sin darnos tiempo a “abrirle la puerta en condiciones”, se filtra en nuestras manos, pies, orejas y narices y, para cuando nos queremos dar cuenta, no hay marcha atrás: tan solo unas marcas rojas como cicatrices en las próximas dos horas, si, pero una sensación de malestar que no te lo quitan ni veinte radiadores juntos.
Sé que os gusta el invierno: es blanco, liberal, luminoso y a la vez siniestro. Tiene ese “no sé qué” especial que nos engancha a  todos: las luces, la nieve, el frío y el no frío, la ilusión y esperanza, el creerte mejor y los catálogos de juguetes del “corte inglés”.
Es atractivo, nos atrapa con una bufanda de “cachemir” y al estar tan cómodos entre fleco y fleco no nos planteamos el salir fuera a “coger frío”.
¿y qué me decís de la iluminación característica de esta época del año?
mi amiga Lidia, por ejemplo, piensa que son especialmente repetitivas, que podrían cambiarlas de año en año para que las luces no resultaran tan evidentes. Otros vienen específicamente a Madrid a contemplar ese gran”espectáculo de colores”. Hay a quien les parecen cutres y otros, directamente, no opinan. Pero TODOS están de acuerdo en que, a día 24 de diciembre, el pasear por la calle carretas dirección puerta del sol, con un montón de bolsas en la mano de regalos, contemplando “papá noeles” de todos los colores y niños gritando y gente empujando, a las siete de la tarde, hace que una sonrisa se te pegue en la cara, y sin saber cómo se te mete dentro, convirtiendo toda ese agobio y mal humor en FELICIDAD, sí, en sincera felicidad.
¿y qué hay de mí? Pues os diré que tengo el árbol de navidad guardado en el trastero, y las figuritas del belén en cajas y cajas, todos los adornos y luces en el mueble de la entrada y ni siquiera me he molestado en poner el muérdago en mi habitación o una figura de “feliz navidad” en la puerta de mi casa. Y ¿por qué? Pues muy sencillo amigos: invierno tras invierno nos ilusionamos, convertimos toda esa frustración de exámenes en emoción navideña: cantamos villancicos hasta quedarnos afónicos, tenemos la muletilla de “feliz año” siempre en la boca, y nos pasamos cocinando y comiendo turrón y otros dulces. Y, ¿para qué? Para que alrededor de cada día diez de enero miremos hacia abajo y tan sólo veamos un montón de bolas del árbol rotas en el suelo y una barriga tan grande que no podemos llegar a contemplarnos los pies desde arriba. Nuestra época favorita del año ha pasado, se ha esfumado junto con la nieve y nos ha dejado “un regalito sin gracia”. Llamadme pesimista chicos, eso sí: vosotros disfrutad de la navidad. Comed, reíd, cantad y jugad, pero pensad, también que, dentro de diez o quince días, cuando comencéis a correr por el parque para superar la “operación polvorón” yo estaré en casa tranquilamente, escribiendo, escribiendo sobre... la primavera.

sábado, 18 de diciembre de 2010

new/s

El tiempo corre por  mi cuerpo: sale, viene y se va; se da un par de paseos y resulta que se da cuenta de que se ha cansado de salir a la calle, así que vuelve, tranquilo sereno y con la mirada firme, me dirige una sonrisa y me declara que está decidido a quedarse de por vida aquí dentro. Entonces le miro, y me río, no se me ocurre otra cosa que soltarle una gran carcajada. Con una risa larga larga, y completante falsa, tal que así: JAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
El querido reloj arquea una ceja y me dirige, de nuevo, un entreabierto de comisuras, y entonces se la respondo.
Es ahora, cuando puedo percibir suavemente la simplicidad de las cosas, con esa facilidad con la que vienen y van, como los días y las horas y los minutos y la vida. Y lo peor de todo es, que no podemos reprocharles aún nada de nada,  tan solo comenzar a tomarnos a bien todas sus “bromas” de mal gusto:
 Sé que uno de estos días, no dentro de mucho, aprenderé a reír, reír de verdad por cualquier cosa, reír por cosas sin gracia y tirarme por los suelos en aquellas que si la tengan. Un día, dentro de muy muy poco me miraré en el espejo y tan sólo veré a una maría, una maría más divertida y alegre, una maría que no recapacita sobre la vida y no se cree masoquista, quiero pensar en una maría mejor.
Cuando llevas doce días levantándote a las 4:48 de la mañana, sin explicación alguna  y no eres capaz de dormir, es normal que pases esas dos horas y media de “intento de vuelta al inconsciente” dándole vueltas a algo. A mi me vinieron más ideas ciertas juntas que en toda mi vida,  por eso llegué a la conclusión de que había encontrado al fin mi hora, en realidad serían como las 10:48 hora Nueva York.  Esto me hace pensar que puede que mi corazón esté aun allí y mi cabeza no quiera darse cuenta del hecho de que lleva casi cinco meses actuando tan sólo serenamente, pero sí,  claro que lo echo de menos: esos riquísimos desayunos a las 2 y media de la tarde, y el sentirme importante caminando por wall street, con un ID falso en las noches por el soho o tocando “pitos” en un bar de jazz de harlem. Creerme carrie bradsow en “sex and the city” por la 5th avenue con un corwin que traía el coche para llevarnos a nosotras y nuestras bolsas, y los picknicks ¡oh si! Y esa melodía especial que tiene central park y los fuegos artificiales, y las luces de la noche desde el brooklyn bridge y la emoción de coger “la bola” en el partido de los jankees. Eso era risa pura amigos, risa pura y vida eterna de un mes,  y  por supuesto que quiero recuperarla.
Dentro de unos 210 días volveré a ese éxtasis de la felicidad, en poco más de medio año podré tirarme por los suelos de la diversión y caminar hacia  casa con una sonrisa muy tonta en la cara. Para este verano regresaré a mi mundo eterno si, pero  resultaba que igual no podía esperar tanto.
En la noche número 11, cerca ya de las siete de la mañana, fuera por la luz, fuera por la fiebre o por el sonido del clínex rozando mis fosas nasales, comprendí que no debía esperar al encuentro con “mi dulce nueva york” porque  mi alegría ya estaba en Madrid, aunque ella aun no lo sabía: había tardado cinco meses en atravesar el Atlántico y en situarse justo en frente de mí, de un momento a otro cruzaríamos, ella y yo, nuestras miradas, penetraría en mí, y recuperaría, al fin, esa alma que creía ya perdida.
 Estaba. Sabía que estaba en pie, había vuelto a mis brazos, o más bien, yo me había lanzado sobre los suyos, la felicidad y yo volveríamos a ser como uno.
Quería ser optimista ese amanecer de jueves, al fin y al cabo, se trata de la nueva maría de quien hablamos.

sábado, 11 de diciembre de 2010

dede luego que es un "BIG"

Una vez hemos amurallado, encadenado y atado nuestro presente y posible futuro al material más resistente que tengamos entre manos, solo nos cabe apoyarnos en un banco, y pensar: Allí quedémonos indefinidamente.
Cuando te sientas a esperar a algo o a alguien, debes dedicarle unos minutos a recapacitar, porque, amigo, todos tus actos, llevarán algo consigo. Hace unas semanas, alguien que me importa muchísimo me dijo que, cualquier acción (animal o vegetal) provoca una respuesta y que, una vez estés tirándote de cabeza a la piscina, no hay marcha atrás, por mucho movimiento que hagas, es prácticamente imposible retroceder hasta el trampolín.
Es el salto que tú decides y el cómo lo hagas lo que te dará más o menos puntos en la competición, pero debes realizarlo, más o menos bien, para quitarte de una vez el miedo a las alturas ya que, lo peor que te puede pasar es perder. Y si ganas, mantén la cabeza atenta, y procura que no te entre demasiado agua a los oídos porque, la espera del banco trae muchas pero que muchas sorpresas y, por el contrario, si resulta que caes mal, te rompes la médula y te estás ahogando, siempre viene bien tener un salvavidas cerca, o, mejor aun: un socorrista cachas que te saque pitando antes de que te entre demasiado “agua” y mueras.
Nos suele pasar que el ego nos entra pitando en la cabeza, nos creamos nuestro propio universo con un super big-bang que creemos eterno, esa felicidad se expande, hasta la podemos llegar a creer infinita (big chill), el problema llega cuando “la materia y la energía” son suficientes para frenar ese movimiento de expansión, y es entonces cuando, se origina el proceso contrario: big crunch (la gran contracción), ahí ya si que se nos complica la cosa, ¿no creéis? Eh, pero yo bien que os había advertido chicos, debíais haber buscado mejores materiales para la (vuestra) pared indestructible. Los ladrillos se caen, y podéis ver minuciosamente como muere, piedra a piedra, ese bonito universo.Y nos abrazamos a los recuerdos, como si fueran a reconstruir la muralla y a hacer que ganemos de nuevo la competición. Pero no, no lo hacen. Y SÉ que os va a dar completamente igual que dedique tablones y tablones a deciros que las esperanzas son de pardillos, que os hagáis múltiples caminos y os creéis más de mil historias unidas por puentes (del material más caro, os lo pago yo), para que podáis pasar fácilmente de una a otra. Pero, como creyente de la vida que soy, es mi obligación.
Antes de caer mal, ya estamos viendo las consecuencias de nuestro golpe, ya nos vemos hundidos en el fondo de la piscina y con la respiración a mil por intentar “salir a flote” y, a pesar de ello, como ya he dicho, no podemos volver a intentarlo para mejorar la marca o, aunque sea, amortiguar el golpetazo. Con un cojín de fondo sería más asequible y, con unas pocas horas más e entrenamiento, mejoraríamos nuestra destreza con creces.
Una vez en el fondo, y casi sin sentido, cambiamos nuestra visión de ese universo en expansión: ya no es big bang, tampoco creemos demasiado en el “crunch”: los huesos rotos y la moral por los suelos, eso tenía más fuerza destructiva que nada, aquello tenía que ser un “big rift”.
Y yo también me equivoco y gano y lloro de la risa y río del dolor, pero es así amigos: lancémonos, de “bomba” a la piscina, que sabemos todos y, los que no estéis seguros, llevad protección.

sábado, 4 de diciembre de 2010

no vuelvo a caer: el siguiente es blanco.

Como un día más, hoy me dirijo a ti, querido ordenador:
Me apoyo en el dulce tacto de tus teclas, frente a tu pantalla, brillante, fija e imponente, con una suave música de fondo, más familiar, aun, que mi propio nombre.
Hoy mismo, a día 4 de diciembre, te susurro al micrófono, y te guiño un ojo con la “web cam”, preparo mi cita durante horas y horas, me pinto y maquillo, vierto todo mi mejor perfume sobre mi cuerpo frío, preparo una gran gran lista con posibles temas de conversación (los que ya me conocéis sabéis de sobra como son esas listas mías), y hasta he ensayado frente al espejo antes de ponerme a dialogar contigo.
Es entonces cuando me siento preparada para el gran discurso que en unos segundos comenzaré. Y entonces empieza: con un “hola qué tal” al que tu no respondes. Prosigo con una rápida “¿?”, con intención de llamar tu atención, pero nada.
Me empiezo a poner nerviosa, después de tanto tiempo, como mi aliado, mi amigo, mi mano derecha en todo momento, ¿me dejas de lado?, pero la pregunta más acertada sería, ¿por qué o quién?, ¿qué? ¿has encontrado unas manos más suaves o una voz más sensual, o una imaginación mucho menos liante que te cuente cosas más sencillas y entretenidas? No tienes ni que que decirme que No soy graciosa, eso ya lo sé, nuca he sabido contar chistes y lo tengo más que asumido. Si no recuerdo mal, el último que conté se llamaba “qué explosión”, y en lugar de eso, lo que provocó fue un gran silencio y un cri-cri de fondo, junto con tres o cuatro caras sonriendo esperando a que “llegara la gracia”.
Supongo que la pregunta es demasiado fácil de responder para una mente tan compleja como la tuya. ¡ pero mira que eres listo!
A continuación comienzan los sudores, el carraspeo de garganta, la palidez y el intentar pensar en otra cosa mientras miro a la pantalla cada “tantos segundos” por si acaso me has contestado: igual te lo has pensado mejor y has decidido volver a hacerme caso.
Pero NO. “bueno, qué más da, ¿Quién necesita un compañero de hace ya 7 años, con las teclas medio salidas y que se “reinicia” cada dos por tres por “problemas técnicos”? Pero, inconscientemente me atisba un leve sentimiento de melancolía, quiero pensar que es leve, ¿enserio te has estropeado para…siempre? Y voy a dar especial importancia a esa última palabra, ya que yo, no la llego a analizar en su totalidad: SIEMPRE: Para toda la eternidad, la vida y no vida, el resto de toda la existencia y la ya nada, ¿puedes imaginártelo? no sé a vosotros, pero a mi se me hace tan pero que tan tan grande.
Aunque no, no me cambies de tema pillín, me has dejado de lado portátil toshiba, ¡con la de cosas que he hecho yo por ti!:
te he comprado numerosas fundas, para que no pillaras un constipado, te acariciaba casi todos los días y te daba mimos, y para colmo, cuando estabas resfriado te llevaba a tu médico, ¡y así que me lo agradeces!, está bien saber que ya no se puede confiar ti.
Sé que no me vas a responder, que no me volverás a aclarar nada y que, desde hace como unos tres años (cuando caducó tu garantía) te has despreocupado totalmente de mi. Así que, tranquilo, te olvidaré, pero ¡eh! ya sabes lo que te espera ¿no? Vas a pasar a la caja de cartón de donde viniste de aquí a un mes, advertido quedas: Para reyes me pediré un MAC.

sábado, 27 de noviembre de 2010

pero por favor, que esté helado.

Puede que sea ese cielo púrpura al atardecer, o aquel parque del retiro inundado de hojas anaranjadas por los suelos. Puede que sea el chocolate calentito con nubes y el llevar bufanda, gorro y guantes, pero, en cualquier caso, con manos frías o sin ellas, el calor de mi cuerpo sale, correteando por un campo de amapolas, a velocidades inimaginables.
Después de dieciséis primaveras (y media), empiezo a valorar el verdadero sentido del otoño. Hace apenas un par de años lo odiaba con todo mi ser: no tiene el buen tiempo del verano, ni la nieve del invierno y encima ¡llueve y hace frío! Fue antes de ayer cuando mi nariz se acostumbró al aroma de “tierra mojada” y no se lo quita de la mente,  como cuando canté con ángela “you are my sunshine” en ampliación de inglés y mareaba a todo el mundo las siguientes dos semanas en clase diciéndoles “you make me happy when skies are grey” y mis compañeros querían mandar el “you’ll never know dear how much I love you” conmigo a la basura de una patada.
Últimamente me encuentro bastante preocupada, veréis: creo que he perdido “esa chispa” especial que tenía, o creía tener en momentos de melancolía, cuando me sentaba, aquellas tardes frías y húmedas, frente a un teclado, una hoja y papel o una foto, esperando a que me llegara  la inspiración, así de repente, como por arte de magia, y podía plasmar, con palabras, de la mejor forma posible, nuestras inquietudes, disfrazándolas, siempre, con metáforas (o intentos), para que resultaran irreconocibles.
Últimamente me cuesta más allá de sudor y lágrimas (literalmente hablando) concentrarme en algo “triste” de que hablar. Y será por aquello de que no se escribir y que siempre que lo hago es de lo mismo por lo que estoy así de atrancada. ¿nunca os ha pasado eso de que tenéis tantas cosas en mente, tantas que decir, que se os es imposible reunirlo todo en unas pocas líneas? Yo, he llegado a tal punto de desesperación que tengo una lista de temas que se me van ocurriendo, siempre en el bolso, para no perder cualquier resquicio de imaginación que me venga en cualquier momento , y otra lista, aun más larga, de ideas en mi cabeza entremezcladas entre sí, unas con otras sin llegar a ningún acuerdo mutuo. Se llaman, se reconocen y, hasta pueden entablar una conversación entre ellas, pero nunca se acabarán poniendo de acuerdo.
Por eso es ahora, cuando siento cualquier mínima inspiración, saco mi libreta, y comienzo por temas, este será el orden: big-bang, boomerang, el chirriar de la tiza y el “crash” que suena cuando pisas y rompes un charco de hielo y otros más que se me irán ocurriendo.
Y todo este rollo del olor del otoño y de las ideas os lo intento mezclar, para llevaros a mi mente por un minuto: un pinar de castilla en días de otoño, con ese olor a “tierra mojada” que tanto me gusta y un poco de cielo azul con “nata”. Me siento en el suelo del pinar, y me mancho entera de barro, fíjate que no me importa lo más mínimo, y entonces miro a mi alrededor, aspiro ese día muy  muy profundamente, y descubro que, en efecto, es ahí donde me siento realmente feliz.  Después de todo este tiempo, acabo de descubrir que SOLO necesitaba  “eso”: un frío día, pero frío frío de verdad de, sin duda, desde ahora, mi estación favorita del año: el otoño.

jueves, 25 de noviembre de 2010

dicen que los hexágonos son mejores

Vamos a hablar de triángulos: aquellas figuras geométricas que estudiamos desde los siete años. Todos los conocemos, casi tan bien como sumar y restar. Un triángulo es un polígono determinado por tres rectas que se cortan dos a dos en tres puntos. Sabemos, también de sobra, que hay tres tipos, dependiendo de los lados: equilátero, isósceles y escaleno, los podemos clasificar, nuevamente, por sus ángulos: rectángulo, obtusángulo y acutángulo. Y con toda esta teoría podemos obtener una cantidad limitada de datos.
Hace apenas unos días me vi inmersa en una de estas figuras, estoy casi segura de que era equilátero. Tenía tres puntos, redondos, esféricos perfectos de madera, que coincidían con los vértices, y yo me encontraba en su ortocentro, puede que suene egocéntrico pero, es que en ese instante mi mente movía el triángulo, o, para ser más explícitos, los tres puntitos giraban alrededor de mi, a velocidades inimaginables .
Poco a poco los puntos se iban acercando, lenta lenta lentamente, pero continuada. El espacio en el que me encontraba era cada vez más y más apretado, hasta que tras un eterno segundo, mirara para donde mirara, encontraba una cara familiar cada 120 grados, ¿casualidad? Que va, y no me lo podía creer.
Comencé a dar vueltas y vueltas sobre mi misma, como si estuviera jugando al “pinto pinto colorito”, pero con figuras, claro, solo hablo de figuras, no hay ningún sentimiento de por medio, tan sólo quiero hablar de figuras geométricas ¡porque me encantan las mates!
Supongo que intentaba relajarme y poder eliminar un vértice, el menos especial, el menos “importante”, del que tuviera menos necesidad y no simbolizara (ya) nada para mí. Pero entonces me vi sentada en aquel pupitre de tercero de primaria, en un ¿control? (Creo recordar que se llamaban así por aquel entonces), en primera fila, con el uniforme verde y un boli de “ la barbie” en la mano. La última pregunta del ejercicio-examen: ¿qué distingue a un triángulo equilátero de todos los demás?
Fue ahí cuando caí, honda y profundamente en el quit de la cuestion, solo por una décima de segundo, la necesaria:
No podía deshacerme de ninguno de los vértices, y menos así, sin más, ¿prefería, pues, deshacer mi bonito triángulo en un DINA-3, conmigo dentro, y cambiarlo por... una recta y unos ojos verdes furulando por la cartulina? O, incluso, ¿quitar, también, el otro vértice (ya extremo de segmento) y quedarme con dos puntos(uno sería.. ¿yo?) distantes entre sí sin ningún tipo de intersección entre ellos? La pregunta más bien era ¿seguía siendo el centro? ¿el centro de qué? ¿y si ya no había centro? ¿había desaparecido de la cartulina sin decir siquiera adiós? Si era así, ¿merecía la pena? O mejor dicho, ¿podía esperar a que el “yo ortocentro” y el antiguo vértice “ganador” tuvieran algún tipo de unión en un futuro?
Demasiadas preguntas surgieron aquella tarde nublada, y ninguna respuesta, por lo que, decidí, pasar definitivamente de triángulos y cambiarme a otra cosa, puede que me entienda mejor con otras figuras.

lunes, 8 de noviembre de 2010

fumando los minutos.

Los días son como bombas, bombas nucleares inesperadas, sabes que cualquier día te explota en las narices y tu sin darte cuenta, o, en el mejor de los casos, cuando las conocemos de antes y se nos presentan en el peor momento, ninguna de nuestras salidas perfectamente estudiadas y planificadas nos resulta, y acabamos sangrando y desperdigados todos por los suelos.
Puede que esto os suene demasiado macabro, igual debería “cortarme” un poco, para no asustar a las masas de pasividad , pero qué puedo deciros, nunca llegaremos a conocer con total certeza el futuro, ni la siguiente palabra de una película que hayamos visto lo menos mil veces, ni el instante que viene a continuación, es más, siempre esperaremos que no se ahogue Leonardo Dicaprio y lloraremos cuando suena la última canción y tira el collar al mar. Y es aquí donde quería detenerme.
¿Sabéis? El otro día estaba en clase de filosofía, algo adormilada a decir verdad, tenía que ver sobre todo porque era de las primeras horas y la noche anterior me había acostado a las tantas, ya sabéis, mi vicio de las teclas y mm’s de postre. De repente sin saber porqué se nos planteó un debate, algo que nunca antes me había parado a pensar. Me llamaréis tonta, seguro, es algo tan pero que tan obvio, ante lo que nunca antes había recapacitado, pero que, sin embargo, llamó mi atención de una forma especial : nunca volveremos a vivir cada instante. Y cuando digo esto me refiero a que no volveré a escribir la palabra “palabra” en este mismo momento, al igual que no volveré a sentarme en pijama con el ordenador sobre las piernas y los pies fríos ASÍ nunca más. Y lo dicho hasta ahora y lo vivido y lo sentido y lo explorado y amado, nunca más igual.
Por eso hablo de las bombas, de las bombas nucleares destructoras, las que por mucho que imagines no te esperas. No sé si habéis visto alguna vez en la tele aquellas explosiones de dibujos animados que tenían una especie de cuerda, que se iba consumiendo poco a poco hasta que desaparecía y entonces aparecían los típicos bocadillos de “boooooom” y “baaaaaaaaang” junto con un montón de sonidos fuertes, muchos colores por pantalla y el coyote volando por los aires.
Pues bien, así me sentí yo cuando me contaron que no volvería a vivir una clase de filosofía igual a esa.
Pero dándole más vueltas podemos, junto con todo, sacar un lado positivo de esta vida irrevibible ¿no? ¿nunca os habéis sentido tan pero que tan mal que os han dado ganas de tirar la mesa, saltar hacia el techo y partiros la crisma? Pues podemos pensar que no lo volveremos a pasar, o al menos no de esa manera. ¿será pues, la vida, una serie de acontecimientos, catastróficos, inmejorables e irreversibles que nos lleven a realizarnos? ¿ y cómo llegar hasta el final de la cuerda sin habernos destruido antes?

jueves, 28 de octubre de 2010

chocapic con leche + cubitos de hielobajo la ropa

Para mi, el tiempo es las estrella guía del universo, el do mayor de cualquier canción, la uva numero doce en un dulce año nuevo, vamos, una delicia, algo tan frágil y delicado que es absolutamente imposible de manejar, lo que daríamos todos por tener un reloj de arena que lo controlara.
Los días pasan largos, y las noches húmedas y frías, se vuelve a llevar el punto, y el chocolate con nubes, hace ilusión encender la hoguera y se cuentan los días para poner el árbol de navidad, puf, navidad, ¡que lejano lo vemos! Y, sin embargo, que rápido que se nos ha pasado la estación de los helados y las siestas.
Pero es que el frío comienza a correr por el cuerpo, pijamas de pantalón largo ¡y hasta calcetines!, si si, de esos que tienen como piel de borreguillo por dentro. Ya no hace falta pedir hielos en la bebida, es más, sustituimos los fabulosos frapuccinos del starbucks por un café mocca bien calientetito. Y me parece curiosa nuestra distinta noción del tiempo, como de mayo a octubre se nos pase en un abrir y cerrar de ojos, y de marzo a julio nos parezca toda una vida, con muertes y “todo eso”. Recuerdo mis largas mañanas de verano, en una casa tan grande como un auditorio, bueno, vale, estoy exagerando, pero sí que era muy grande. Me levantaba el suave destello de sol que corría entre las persianas, ( si, queda muy poético) y el ese sentir importante, en una cama en la que cabían “tres yos”, bajando dulcemente una escalera de caracol, con el techo por las nubes y las nubes en otra galaxia. Llegaba , correteando a la cocina de piedra, y me sentaba, quieta e inmóvil, como mucho ojeaba un periódico mientras esperaba al “gran manjar”.
Y entonces llegaba: tortitas con sirope de caramelo y frambuesas, churros con chocolate, gofres con forma de cara de mickey y chocolate con nata por encima, macedonia de frutas, croissants con mantequilla tostados, huevos revueltos con bacon y un toque de pimenta, o tostadas de canela con un zumo de mango y un gran tazón de colacao, pero grande grande.
Aun me relamo recordando aquello de dormir hasta la hora que quiera y seguir en la cama hasta la hora que quiera una vez despierta.
Me doy cuenta de que el tiempo corre, muy muy rápido, como el relojito ese de arena que tenemos todos en la caja de los juguetes, que si no respondes a la pregunta en menos de esos “treinta segundos” pierdes turno. Y que la vida, que es, al fin y al cabo, nuestro juego, va, aun más deprisa.
¿pero sabéis? Puedo extrañar el verano, montarme solariums en casa para pensar que estoy aun en él, puedo comer helados y bañarme en piscinas al aire libre, pero enonces me ocurrirán un par de cosas:
1-mentiré a mi subconsciente, pero bueno, al fin y al cabo eso lo hacemos todos. 2-cogeré una pulmonía.
Y bueno: Es cierto que ya no puedo presumir de ropa corta, no hacer nada, o tomar esos magníficos postres-desayunos a las 2 de la tarde, pero es que, mis chocapic con leche a las siete y cuarto de la mañana con los ojos aun cerrados y la sangre paralizada del frío, no los cambio por nada.

sábado, 25 de septiembre de 2010

nuevas instrcciones para morir.

No podemos luchar contra toda la humanidad, no debemos aferrarnos a un recuerdo, es de lo peor que hay, se alimentará de nuestra esperanza y nos comerá vivos por dentro, dejándonos destrozados e indefensos en un cuarto diminuto con la luz apagada y una música fúnebre de fondo.
Cuando te pica una serpiente debes extraer rápidamente todo el veneno del cuerpo, eso mismo deberíamos hacer todos, expulsar todo el veneno de nuestras vidas, desgraciadamente muchos de esos “venenos” resultan alucinógenos y auténticamente fabulosos, ahí ya es más difícil desprenderse de ellos, ¿no creéis? Podemos incluso llegar al éxtasis, al limbo del goce, al mayor hechizo jamás conjurado con un simple “picotazo”.
Pero esto no termina con tan solo una hinchazón, porque tras el dolor producido por esa enorme, amarilla y de longitud infinita boa, el veneno corre despacio y dolorosamente desde el punto de la herida, siempre cercano al cuello, y se extiende formando ramificaciones por todo nosotros, desde las más largas y enrevesadas a múltiples puntos del cerebro, hasta aquel órgano que creíamos aun en funcionamiento. FALSO.

Cuando el veneno ha alcanzado todas y cada una de las partes de nuestro cuerpo expulsa una especie de gas tóxico y totalmente cancerígeno que acaba matando a todo tu ser. Para aquellos órganos que son aun más resistentes existe otro medicamento  no apta  su venta en farmacias, y es que señores y señoras este último invento es irremediablemente irresistible para aquellos “masocas” que deseen acaba de morir por completo. Este último artilugio, como todos y cada uno de nosotros sabemos es una bomba en explosión con la capacidad de un continente entero.  Una vez encendida la chispa de esta, y llegados al “cenit” de la bomba les aseguro que quedaran despedidos por los aires, cayendo, dura seca y casi eternamente en el suelo. y digo casi, damas y caballeros, porque hay por ahí algún espécimen, lejano de poder llamarse hombre, con un control de su memoria superior al de albert einstein  y  una capacidad muscular que supera con creces, a la de hulk. Para aquellas personas, la bomba atómica tan solo supondrá una leve caída de caballo, de la que podrán, por supuesto, levantarse de inmediato. Para ellos aun no tengo cura, lo siento.
Respecto al otro, 99,999999% con un par de gotitas, “requeteultramegasuperbastará”.
A mi aun me duele e cuerpo del impacto. El suelo era pedroso y estaba frío, frío como el hielo. Muchos dicen que les dejaba sin respiración, que se sentían como ahogados en medio de la nada, una sensación, por si nunca la habéis probado, espantosa. Hay otros que me cuentan que notaban como si cada uno de sus órganos fuera desapareciendo, hasta evaporarse por completo. Y en una tercera ocasión me dijeron, también, que por un instante se notaron ardiendo, pero que, a continuación, era como si no recordasen nada de lo sucedido. Me halagó, ¿sabéis?  Después d todo este tiempo, al fin había encontrado algo útil y destructivo, que acabaría de una vez con la humanidad, o a lo menos, con nuestra arma más letal, la memoria.

domingo, 19 de septiembre de 2010

i see skies of blue... clouds of white

Podría cansarme y cansarme de cantar esa canción, que cada vez, como la primera, suscita algo nuevo en mi.
Las heladerías cierran y los atardeceres son más y más cortos. Las carpetas de colores vuelven a estar de moda y el desempaquetar libros ya no es tan satisfactorio, pero el cabrearse con el ratón del ordenador no suele ser la solución, pero puede que si el problema.
Se sienten como un abanico en un día caluroso de verano, refresca, pero no enfría.
Alguien me dijo un día que me fijara en el mar, que tenía un poder sobrenatural, bueno, quizás no me lo dijo nadie, solo lo pensaba yo y quería parecer interesante en este escrito. El mar no nos defrauda, permanece siempre ahí, en cualquier estación de año, en cualquier día y hora, y, de hecho, en la mayoría de las americanadas en las que “alguien sufre” ¿a dónde va? Al mar, a la orilla de la playa a llorar y desahogarse y, curiosamente, luego se siente mucho mejor. Ahí si tenemos la clave, un abismo de diferencia entre la ficción y la realidad. En la vida real tu no vas caminando por la orilla llorando en la otra punta del planeta de tus seres queridos, miras hacia atrás y aparece orlando bloom, sudoroso, sin zapatos, con la camisa desabrochada, el pelo impecable y los dientes “profident” suplicándote que le perdones, que quiere estar contigo .
Puede que solo sea un prototipo de tranquilidad y melancolía, pero a mi me gusta, el mar es “chachi”. Me gusta el vaivén de las olas, la espumilla blanca que te llega a los pies, me gusta cuando dibujas algo en la arena, con la esperanza de que permanezca allí, que vengan las pequeñas olas y les des patadas para que no lleguen a tu”obra de arte”, y que por algún casual, hayas tenido la esperanza de que no iban a llegar, que se iba a quedar ahí. Me gusta ver a los pequeños correteando y llenándote la toalla de arena, y caminar, ¡oh sí! caminar a las siete de la tarde por esa playa San Lorenzo escuchando “what a wonderfull world” creyéndome estar en el clímax del peliculón de año, con un vestido largo y la melena al viento.
Es posible que tan solo me guste soñar, a quien no. Evadirnos al magnifico paraíso donde nos hacemos pequeños directores de una inmensa eternidad.
Nuestra vida es pedir, si nos fijamos bien, desde el mismo día que nacemos nos convertimos en “mimados caprichosos”. Nos pasamos más del 90% de nuestro tiempo pensando en nosotros, y el otro 10% rezamos para entablar conversación con alguien y poder, de nuevo, ser el centro de atención.
Me gusta coleccionar conchas rotas.
En mi opinión la perfección es excesiva, e irreal, o al menos eso me quiero pensar. Pasamos la vida, inútilmente, buscándola, como aguja en un pajar, adorándola platónicamente y llorándola, una vez “maduros”¿?.
La perfección, ¿qué es realmente eso? Podemos encontrar ¿el acompañante perfecto? ¿el piso perfecto? ¿el vestido perfecto? ¿la vida perfecta?
Yo odio, la odio, por el mero hecho de no pertenecer a nada, ni a nadie.
Por las horrorosas circunstancias que te llevan a verla en sueños, surrealistas, por supuesto, pero por alguna extraña razón ocupan un lugar en tu mente imborrables, por eso la detesto, también.
Creo no saber mucho sobre la vida, pero quizás lo suficiente para intentar opinar sobre ella y decir que en realidad es una “gran broma pesada” de la que deberíamos reírnos. Reírnos a carcajada limpia y sin “tomárselo muy enserio”.
¿pasemos de la perfección? Busquemos nuestra propia perfección y conformémonos con la calma, ese sería un buen consejo, una pena que yo no os lo pueda dar.
Seguid buscando, puede que algún día aprendamos todos a manejarla, a esa cosa tan abstracta que llamamos vida, o mejor aun, a copiar los que parecen “felices”.