domingo, 20 de febrero de 2011

de hielo, así soy.


suelo pararme a escuchar… las pisadas de la lluvia cuando moja.

Te congelas, paralizas tu cuerpo y lo mantienes a una temperatura corporal de -30·C, tus pestañas están totalmente heladas, y ya no puedes ni gesticular una sonrisa, no respiras, tus pulmones, boca, tráquea, bronquios… ¡TODOS PARALIZADOS! Entonces me miras, como última esperanza, tus ojos azules ahora son rojos, y me suplicas con la mente. MUE-RES.Todos fallecemos en algún momento de nuestras vidas, hay quien tiene la suerte de hacerlo en el momento de su muerte, cuando su cuerpo permanece en la tierra y su alma se evade hacia el más allá. Yo hace ya mucho tiempo que me morí, y es una lástima decirlo así, si, pero fuera como fuera, el frío pudo conmigo. Un frío desierto y sin viento, pero aterrador.¿que por qué estoy escribiendo esto? No lo sé, pensaba que quedaría poético comenzar mi entrada hablando de la muerte durante la vida, por un invierno devastador. En realidad, no suelo sentir calor, mis manos SIEMPRE están frías, y los dedos de mis pies más aun, no encuentro otra explicación que no sea la de que no soy un ser vivo: la calefacción a tope, 40·C de temperatura en verano, ejercicio físico intenso, y que no, que mis manos y pies siguen estando HELADOS. Tengo amigos que me saben reconocer por mis ellas, si están extremadamente frías si, son mías. Muchos se pegan a mí en verano, soy su "bolsa de hielo plegable". Pero, asumido o no, no me hace especial ilusión el hecho de considerarme "un cadáver" ¿sabéis? En mi familia, el mejor remedio para el frío es una bolsa de agua caliente por las noches, pues bien, esa bolsa con agua en su interior de unos 100·C, se convierte en 2 minutos, nada más rozar mis pies en casquetes de hielo. Mis manos se vuelven moradas, e imaginaos que problemas debo de tener todos los días para meterme en la ducha. Si por alguna circunstancia se me ocurre hacerme la valiente y zambullirme en la piscina en verano, me quedo los siguientes tres días sin salir de casa por parálisis cerebral, y aunque pida la bebida sin hielos, no me preguntéis nada después de comer, ya que mi lengua será incapaz de moverse.No suelo contarle esto a todo el mundo, pero con vosotros haré una excepción: ¿os acordáis de la historia que he dicho al principio? ¿la de un "TÚ" bohemio e inmaterial que me mira como último recurso y muere?Pues era yo. He de suponer que sois inteligentes, y ya lo habéis pillado al principio, pero tenía que asegurarme de que al menos, esa idea estaba bien clara. El otro día (algo más de un mes) soñé con todo esto, con la diferencia de que yo tenía como trescientos treinta años más y mi cara unos mil. Me impactó demasiado, era vieja, pero muy muy vieja, no os hacéis a la idea de cuán vieja era, estaba en el mismo sitio en el que estoy ahora, en mi habitación. La decoración tampoco había cambiado, y hasta llevaba la misma ropa, no decía nada, no podía hablar, no me movía, mi cuerpo no se podía mover, ni siquiera se podía percibir el cuándo respiraba, solamente si estabas muy callado y con mucha atención podías apreciar un leve sonido que te indicaba que cogía y expulsaba aire. Ahí lo supe, me lo dije en voz alta: MARÍA, ESTÁS MUERTA.Y no hay cosa que me de más pena que el saber que aun tengo que permanecer eternamente sin sentir nada. Teníais razón aquellos que me decíais que mi corazón estaba muerto, JAJAJAJAJAJAJAJA, y lo peor es que estabais 100% en lo cierto. Solía reírme de vuestras gracias, ¿sin órganos? anda anda anda anda. Pero no, y aunque no tuviera del todo planeado convertirme en una figura decorativa, se me acabó la vida sin darme cuenta. Se acabaron los sentimientos, las gesticulaciones, los llantos y las risas. No habrá más fuego, más negro, ni más colores arcoiris, porque desde ahora, si, soy yo, la mujer de hielo, y no hay nada que pueda hacer al respecto.

martes, 1 de febrero de 2011

luz, merci.

Casualmente ayer me cegué, si si si como lo oís: me quedé mirando muy fijamente al resplandor de mi mesilla de noche, y a los "X" segundos, comprobé que, en efecto, no veía absolutamente nada, la oscuridad se había apoderado de mi dirigiera la cabeza arriba o abajo. Llegué a asustarme por un instante, hasta me levanté de la cama cuando vi que los colores no llegaban. Y fue ya, en medio del pasillo cuando comencé a reconocer formas, en concreto, mi figura de hace diez años en una foto en blanco y negro de tamaño DIN-A2 colgada en la pared. Un suspiro de alivio corrió inconscientemente por todo mi cuerpo de una extremidad a otra, solamente había sido un "susto", un pequeño resplandor sin demasiada importancia, pero que, sin o no tan sin querer, me hizo pararme a recapacitar, como de costumbre, sobre el paso del tiempo.
En el momento en que de verdad pude "abrir los ojos" me vi reflejada en aquella foto, con el pelo bastante más corto y la sonrisa más angelical si, pero "eso" había sido yo.
Fue entonces cuando la idea y yo nos chocamos de repente, y nos reconocimos de inmediato, como cuando ves a alguien por la calle y al no saber de qué te suena, te quedas el resto del camino pensando de qué conoces a esa persona. Y de repente, ZAAAAAAS!, te acuerdas de que era ese chaval de la última fila en primero de la eso, con gafas de culo de vaso y bastante calladito, con el que nunca entablaste conversación porque era "raro".
En medio de mi pasillo, y con cara de idiota, la boca abierta y clavando mis ojos en los de una niña inocente de apenas seis años, me invadió una especie de náusea en la boca del estómago, una náusea muy, pero que muy extraña.
Sin pensármelo, corrí hacia el salón, y cogí de una vez mis doce álbumes de fotos de cuando era pequeña. Buscaba algo, no sabía entonces muy bien el qué, pasaba las hojas sin demasiada atención, a velocidad de la luz: maría hablando por teléfono con 2 años, maría en su primer baño, maría en reyes del 98, el primer día de colegio de maría, maría disfrazada de girasol, maría en una representación teatral, MARÍA MARÍA MARÍA MARÍA...
Acabé con todos de una sentada en unos pocos minutos y, al terminar me sentí aun más vacía. Busqué muchos más "loquefueran": recorrí toda la casa, y encontré como otras cincuenta imágenes sólo de "maría". ¡Maldita luz cegadora! era sin duda lo que pensaba.
Me sentía completamente hueca por dentro, como si mi alma se hubiera esfumado y mis pies quedaran pegados con superglue al suelo de mi casa.
En estos casi 17 años, no había sido capaz de llenarme con otra cosa que no fuera "YO". Era superficial, materialista y tan solo me preocupaba por mi misma. Paradójicamente después de no ver nada lo vi todo de golpe, y todo se lo adebo a Edison, por su gran invento.
Desde hoy en adelante, rezaré a mi lámpara de noche antes de acostarme todos los días. Gracias a su luz, hoy soy capaz de reconocer mi arrogancia y cinismo.