jueves, 28 de octubre de 2010

chocapic con leche + cubitos de hielobajo la ropa

Para mi, el tiempo es las estrella guía del universo, el do mayor de cualquier canción, la uva numero doce en un dulce año nuevo, vamos, una delicia, algo tan frágil y delicado que es absolutamente imposible de manejar, lo que daríamos todos por tener un reloj de arena que lo controlara.
Los días pasan largos, y las noches húmedas y frías, se vuelve a llevar el punto, y el chocolate con nubes, hace ilusión encender la hoguera y se cuentan los días para poner el árbol de navidad, puf, navidad, ¡que lejano lo vemos! Y, sin embargo, que rápido que se nos ha pasado la estación de los helados y las siestas.
Pero es que el frío comienza a correr por el cuerpo, pijamas de pantalón largo ¡y hasta calcetines!, si si, de esos que tienen como piel de borreguillo por dentro. Ya no hace falta pedir hielos en la bebida, es más, sustituimos los fabulosos frapuccinos del starbucks por un café mocca bien calientetito. Y me parece curiosa nuestra distinta noción del tiempo, como de mayo a octubre se nos pase en un abrir y cerrar de ojos, y de marzo a julio nos parezca toda una vida, con muertes y “todo eso”. Recuerdo mis largas mañanas de verano, en una casa tan grande como un auditorio, bueno, vale, estoy exagerando, pero sí que era muy grande. Me levantaba el suave destello de sol que corría entre las persianas, ( si, queda muy poético) y el ese sentir importante, en una cama en la que cabían “tres yos”, bajando dulcemente una escalera de caracol, con el techo por las nubes y las nubes en otra galaxia. Llegaba , correteando a la cocina de piedra, y me sentaba, quieta e inmóvil, como mucho ojeaba un periódico mientras esperaba al “gran manjar”.
Y entonces llegaba: tortitas con sirope de caramelo y frambuesas, churros con chocolate, gofres con forma de cara de mickey y chocolate con nata por encima, macedonia de frutas, croissants con mantequilla tostados, huevos revueltos con bacon y un toque de pimenta, o tostadas de canela con un zumo de mango y un gran tazón de colacao, pero grande grande.
Aun me relamo recordando aquello de dormir hasta la hora que quiera y seguir en la cama hasta la hora que quiera una vez despierta.
Me doy cuenta de que el tiempo corre, muy muy rápido, como el relojito ese de arena que tenemos todos en la caja de los juguetes, que si no respondes a la pregunta en menos de esos “treinta segundos” pierdes turno. Y que la vida, que es, al fin y al cabo, nuestro juego, va, aun más deprisa.
¿pero sabéis? Puedo extrañar el verano, montarme solariums en casa para pensar que estoy aun en él, puedo comer helados y bañarme en piscinas al aire libre, pero enonces me ocurrirán un par de cosas:
1-mentiré a mi subconsciente, pero bueno, al fin y al cabo eso lo hacemos todos. 2-cogeré una pulmonía.
Y bueno: Es cierto que ya no puedo presumir de ropa corta, no hacer nada, o tomar esos magníficos postres-desayunos a las 2 de la tarde, pero es que, mis chocapic con leche a las siete y cuarto de la mañana con los ojos aun cerrados y la sangre paralizada del frío, no los cambio por nada.