miércoles, 27 de julio de 2011

actually, there's no way to lose, there's no way to win.

Creamos una fortaleza, algo totalmente indestructible, nos protege por dentro y nunca nos deja solos ante el frio. Esa "armadura" va creciendo por momentos, desde el dia de nuestra primera derrota. Llega un momento en el que casi ni te deja respirar y, entonces, simplemente, dejas de sentir. Una caida suele llevar a otra aun mayor, y, hoy en dia, no existia otro remedio, mas que el de ser indiferentes, para superar los fuertes golpes. Todo parecia encajar a la perfeccion: no habria dolor, creariamos un mundo de pasividad total donde todo nos resvalara y asi acabar con el masoquismo de una vez por todas. Estaba tan emocionada por empezar esta nueva experiencia...!

Pero entonces, a las dos horas de la primera dosis, me mire al espejo y me rei de mi misma: lo sabia, no podia ser tan facil.
Teniamos una pomada contra las heridas, un paracetamoll del dolor, una escayola que protegia cualquier hueso roto, si, pero nos faltaba algo; porque, aunque no lo pareciera, ese jarabae perfecto antidolor hacia desaparecer, tambien, nuestra mas valiosa pertenecia.
Dejariamos de sentir, de querer como nunca. No habria emociones buenas ni malas, nada nos sorprenderia, no mostrariamos pasion ni entusiasmo, ni deseo ni cariño; no existiria el amor.
Algunos se quedaron atras, prefirieron rechazar el "antidolor" por llegar a sentir de verdad. Yo, en cambio, elegi la opcion facil; Cambie toda mi vida, todo mi ser, por no volver a sufrir nunca mas. Al principio era divertido, me sentia como una espectadora del mundo en la grada mas alta: veia a los humanos como unos seres tan pequeños y tan simples, que sus necesidades se limitaban a unas barras color verde y rojo de los "sims". Poco a poco fui echandolo de menos; queria volver a llorar de alegria, a tirarme de los pelos de dolor y a reir de frustracion; queria volver a cometer el que seria el "nuevo error mas grande de toda mi vida", a querer tirarme por la ventana por ello y, a descubrir que estaba rodeada de personas fabulosas que parecian quererme desinteresadamente. Deseaba con todas mis fuerzas perderlo todo, arriesgar todos mis bienes y mi corazon, jugarmelo en un casino y volver totalmente destrozada a la mañana siguiente. 
Y fue alli, en aquella planta numero cien, tan sola y afortunada como siempre habia deseado, rodeada de oro y joyas preciosas y sin ningun dolor aparente, cuando descubri que no habia tomado la que seria, "la mejor decision de mi vida". Curiosamente, no me molestaba saber aquello, las pastillas ya habian hecho su efecto anestesico.
No volveria a confiar, ni a querer nunca mas, no sentiria emociones, no me doleria el perder, no me importaria ganar, pero no me romperia por dentro, nunca, nuca mas.

3 comentarios:

  1. Jo, cómo te inspiran los rascacielos!, ¿No?. Me encanta que hayas vuelto a retomar la escritura. Muuuuuchos besos, Ana.

    ResponderEliminar
  2. Ahora sí lo entendí. ¡Qué pena el final!: "no volver a sufrir, ni volver a sentir". ¿Merecería la pena?. Yo creo que no. Un besazo, Ana.

    ResponderEliminar
  3. Hay que vivir a tope: se sufre mucho pero también se disfruta. No vale la pena ser mero espectador (así pienso yo).
    Un abrazo, mocita. Mil

    ResponderEliminar